jueves, 10 de julio de 2014

PIEDRAS BALANZARIEGAS EN EL SUR PENINSULAR


Piedra Oscilante de Montánchez (Cáceres)
NOTA DE IRRINCHI:

Este texto original de Manuel Fernández Espinosa ha sido reproducido sin permiso del autor por algunos otros blogs o directamente plagiado parcial o completamente por algunos hurtando la identidad de su autoría. En esta publicación contamos con el permiso y autorización del autor para reproducir tan interesante artículo.


ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO:
LA PIEDRA BALANZARIEGA
DEL
CERRO DEL CABEZO (ANDÚJAR, JAÉN).


Por Manuel Fernández Espinosa


 

Es la romería más antigua de España, Alfonso X el Sabio la cantó en sus "Cantigas", los poetas de todos los tiempos la ensalzaron y hasta el mismo Miguel de Cervantes nos relata en "Persiles y Sigismunda" la romería a la que nos referimos. Estamos hablando de la romería de la Virgen de la Cabeza que tiene lugar en el Cerro del Cabezo, a unos kilómetros de Andújar. En esta ocasión comentaremos una de las rarezas desaparecidas.

Por desgracia, como tantas otras cosas que se han perdido a lo largo del tiempo, no la hemos podido ver con nuestros ojos. Pero para que supiéramos que allí se emplazaba desde el pasado más remoto, allí estaba como testigo ocular Salcedo Olid que luego nos dejó fehaciente testimonio de esta "rareza" en su "Panegírico Historial de la Virgen de la Cabeza de Sierra Morena", libro dado a la estampa en el año de gracia de 1677.

Cuenta D. Manuel Salcedo Olid que, entre los antiguos romeros, era una atracción muy admirada la que les reportaba la famosa "piedra balanceante". Un peñasco de proporciones considerables que se ubicaba junto a la puerta de la sacristía del Santuario de la Virgen de la Cabeza en Andújar. Todos y cada uno de los romeros, y en particular los primerizos que se iniciaban, tenían la costumbre de saludar a la piedra, dándole un leve empujoncito. La mole pétrea se movía, y hacía las delicias de los curiosos romeros. Así nos lo cuenta el historiador.

"Todos [los romeros] procuraban desembarazarse un rato para ir a ver una novedad de mucha admiración, que es un desproporcionado peñasco, el cual está cerca de la puerta de la sacristía, sentado sobre otro con tan imperceptible asiento y tanta igualdad de peso, que (es de extraordinaria grandeza) tocándose con un dedo solo, tiembla y se mueve dando golpes y vaivenes, aunque en él estén subidos muchos hombres y en aplicándose más fuerza se para y se resiste inmóvil, y lo tiene la gente por cosa rara, que no se contenta con verlo y menearlo, sino que con puñales y piedras cortan pedazos para llevar por testigo de haber visto un prodigio tan grande de naturaleza."

Esto es a lo que proponemos llamar "piedra balanzariega", neologismo que acuñamos sobre la vieja moneda del antiguo verbo "balanzar" (arcaísmo del actual verbo "balancear"), puesto que no nos satisface la fórmula de "piedra oscilante", mucho más usada por los especialistas que han tratado estos curiosos artefactos megalíticos en sus artículos y obras.

Por lo que hemos citado de Salcedo Olid, podemos deducir que se trataba de un megalito, sin que sepamos a ciencia cierta quiénes lo pusieron allí ni para qué función se puso. Su balanceo sólo se producía por un leve impulso digital, mientras que si se le aplicaba más fuerza permanecía inmóvil. Su tamaño enorme, así como la particularidad de su accionamiento, eran suficiente motivo de curiosidad para los romeros, afanosos de novedades. Y por lo que nos dice Salcedo Olid, no sólo formaba parte de los "rituales iniciáticos" del neófito romero que por vez primera llegaba al Santuario de la Virgen de la Cabeza a venerar a la Reina de Sierra Morena, sino que los visitantes más curiosos se encaramaban a él, admirándose ante la maravilla que suponía ver que el movimiento de un dedo hiciera mecerse esta mole, mientras que si se aplicaba más fuerza el megalito permanecía inmueble. Salcedo Olid también nos cuenta que el peñasco sufría la merma paulatina a mano de los devotos de la Virgen que, a cuchilla o a golpe de otra piedra más portátil, obtenían lajas del molón, con el objeto de llevárselas en sus alforjas como recordatorio, "souvenir" como se dice hoy en día; sería excesivo pensar que adquirieran estas muestras del peñasco en calidad de reliquias, pero no sería muy descabellado, atendiendo a la mentalidad supersticiosa de aquellas gentes, que le atribuyeran cierto poder en virtud de pertenecer a una piedra tan extraña y prodigiosa puesta en aquel lugar sagrado.

Salcedo Olid sabe, a diferencia del pueblo llano de su época, que esta rareza del megalito que bascula sobre un punto fijo no es exclusiva del Cerro del Cabezo, por muy extraordinario que les pareciera a sus desinformados coetáneos. Nos revela Salcedo Olid: "...siendo Plinio tan excelente y curioso investigador de cosas maravillosas, no halló en todo el mundo sino otro peñasco semejante al nuestro, en el movimiento, del cual hace mención entre otras cosas que parecen increíbles, diciendo: Que junto a Harpasa, lugar de Asís, está un horrendo cuerpo de peña que se mueve con un dedo y si se le aplica todo el cuerpo se resiste. Y así, lo que se ha de ponderar no el caso, pues se halla otro semejante, sino que moviéndolos tantos por tan largo curso de tiempo, no haya hecho asiento firme la piedra con un peso tan grande, y que una circunstancia tan rara y prodigiosa viniese a estar en aquel sitio tan cerca de la iglesia, para hacerla más admirable".

Hasta aquí la cita de Salcedo Olid sobre esta peculiar atracción que nuestros antepasados tenían al llegar al Santuario.

En cuanto a la mención de Plinio digamos que en los tiempos en que cualquiera de los dos ilustres Plinios (Plinio el Viejo o Plinio el Joven) anduvieran por el orbe conocido, la mitad del mundo estaba por descubrir. Y lo apuntamos para disculparles su ignorancia, pues no sólo en Harpasa, cerca de Asís (en Italia), y en nuestro Cerro del Cabezo hubo una "piedra balanzariega". Ni los Plinios, ni el Viejo ni el Joven, ni tampoco Salcedo de Olid pudieron tener información sobre la piedra de Croclaugh, en el Donegal, Irlanda. O la más próxima a nosotros, la de Nosa Señora de Barca, en Muxía (pueblo gallego que lamentablemente se hiciera famoso por la catástrofe ecológica que causó la fuga masiva de petróleo tras el hundimiento del Prestige).

En Muxía hubo una "piedra oscilante", "pedra abaladoira" que dicen los gallegos en su lengua vernácula. Y, según el escritor Álvaro Cunqueiro (1), la piedra de Nosa Señora de Barca no sólo se movía, sino que los peregrinos tenían costumbre de echarse sobre ella para pedir la salud perdida o buscar la juventud, meciéndose en las noches de luna nueva.

Pero para colmo de maravillas, y según Cunqueiro, esta piedra abaladoira del Santuario de Nosa Señora de Barca también "falaba", o sea que hablaba, diciendo sí o no. Por esta sorprendente singularidad la susodicha piedra había sido utilizada en la Edad Media como artefacto en que practicar ciertas "ordalías". En casos que la justicia tenía que resolver, una vez agotados todos los métodos meramente humanos, recurría a la maravillosa piedra, consultándola en su porfía por averiguar la verdad. La piedra abaladoira de Nosa Señora de Barca emitía un veredicto, según el decir de los antiguos gallegos, respondiendo "sí" o "no" a las preguntas que le lanzaban los fiscales. También contaba la leyenda autóctona que Nosa Señora de Barca había surcado los mares desde el confín del mundo, embarcada en aquella piedra flotante a la que los ángeles hacían de remeros, hasta encallar en la costa de Muxía. El poeta granadino Federico García Lorca compuso un poema, en lengua gallega, a Nosa Señora de Barca (2).

La piedra de Croclaugh, en Irlanda, no se limitaba a decir: "Sí, sí" o "No, no" que era el lenguaje que Jesucristo nos recomendó en el Evangelio, y que el Cid Campeador escogió como lema de su espada victoriosa. La piedra insular de Croclaugh hablaba, y lo hacía en gaélico literario, según el decir de las buenas gentes de Donegal que además de soplarle a la gaita, eran grandísimos sopladores de jarras colmadas de güisqui a las que no hacían ningún remilgo. Y a las leyendas más fantásticas que tienen por protagonista a la piedra de Croclaugh del Donegal, se mezcla la usanza de derramar sobre ella agua, leche o cerveza en libaciones.

No sólo son la hermosa y hermana Galicia de Breogán y la verde Eirín de las Arpas, países en que la tradición celta se ha conservado en estado casi puro, los venerables solares en que se balancean las antiquísimas piedras oscilantes, abaladoiras, balanzariegas... En Francia, país en que la celticidad es un factor tan importante, también las encontramos. Es otra vez Cunqueiro quien nos pone sobre la pista de la piedra que había de antiguo en las inmediaciones de la abadía benedictina de Sainte-Marie de la Pierre-qui-Vire, (Santa María de la Piedra-Que-Vira, en traducción literal). (3)

Sánchez Dragó también nos proporciona datos sobre las piedras balanzariegas, que él llama "oscilantes", en su libro "Gárgoris y Habidis" (4). Y, como es sólito en este erudito escritor, tampoco se ahorra audaces teorías sobre el origen pagano, amén de las connotaciones mágicas de estas piedras.

Al igual que la piedra balanzariega del Santuario de la Virgen de la Cabeza en la meridional provincia de Jaén, el molón más arriba citado de Nosa Señora de Barca, en Muxía, se emplazaba en los extramuros de la ermita de Nosa Señora. La piedra de Muxía, al igual que la de Andújar, era visitada por los romeros de la Virgen en la romería mariana, que tenía lugar allá en septiembre, y los gallegos devotos bailaban sobre ella la muñeira, sin que sepamos si los devotos de la Virgen de la Cabeza danzaran alguna jota sobre el antiguo megalito de Sierra Morena.

Por lo que podemos extraer de la historiografía de nuestro Santuario del Cabezo, no sólo cabe localizar megalitos de este tipo en las partes septentrionales de Europa, de todo el mundo celebradas como celtas, como son Irlanda y Francia; al igual que en Sierra Morena, en otras partes de la Península Ibérica también se hallan megalitos semejantes: en el valle del Baztan (Navarra) hay una piedra que lleva el nombre de "Arrikulunka" y, como su nombre indica en vascuence, se mueve balanceándose; en Montánchez (provincia de Cáceres) también se hayan piedras similares, como también en los muchos granitos sagrados de Cantabria; en el llamado Dolmen de Abra (que resulta no ser un dolmen), también se practicaba sobre la piedra una antigua danza guerrera y pastoril (tal y como en Muxía bailaban la muñeira sobre la de Nosa Señora de Barca); hoy cerca del Dolmen de Abra se celebra la romería en honor de Nuestra Señora de las Nieves.

En los concilios de Toledo de los años 681 y 682 los celosos defensores de la ortodoxia cristiana condenaron sin paliativos a los "veneratores lapidum" (veneradores de las piedras), y el mazo cayó sobre las cabezas de los practicantes de la litolatría, los atávicos adoradores de piedras que todavía existían en la Península Ibérica en tiempos de los godos. Estas piedras megalíticas, raras y curiosas, eran objeto de las más estrafalarias prácticas. Se cuenta que en San Guillermo, en el Finisterre (otra vez la mágica Galicia), había una de estas piedras a la que se recurría en caso de esterilidad.

Sobre la piedra balanzariega de San Guillermo se echaban a copular las parejas que, en condiciones normales de ayuntamiento carnal, no habían visto cumplidas su expectativas de fecundación. Sobre la piedra que se mecía, y allí delante mismo del santo y hasta con testigos eclesiásticos, los matrimonios practicaban la gimnasia erótica con finalidades conceptivas. Nos cuenta Fernando Sánchez Dragó que, según testimonio del Padre Sarmiento, aquella piedra fue con el tiempo retirada por ser objeto de tales indecencias, licenciosidades más paganas que cristianegas.

Podemos suponer que estas "piedras balanzariegas" recibieron culto en los remotos tiempos paganos, y de ahí que se les asociara siempre con la existencia de tesoros guardados por sierpes, enanos, "mouros" o moros (estos moros no son los históricos, sino míticas razas de la gentilidad), hasta que quedaron cristianadas merced a la edificación de algún santuario o ermita en sus proximidades. Desde su cristianización pasaron a ser -como es el caso de nuestra balanzariega del Cerro del Cabezo- apenas una simple atracción para las gentes cristianas que iban en romería a visitar a sus patronas y patronos.

El ilustre polígrafo y sacerdote ubetense, D. Manuel Muñoz Garnica, Lectoral de la Santa Iglesia Catedral de Jaén y director del Instituto de Segunda Enseñanza de la capital del Santo Reino, así lo entendía, cuando escribió en el siglo XIX que: "El culto de estas imágenes de María, sobre ser tan provechoso a la religión, a la fe, a las costumbres, aniquiló los últimos restos del paganismo, tomando posesión de los bosques, de los torrentes y de las montañas." Y de las piedras -podríamos añadir nosotros a lo que el erudito sacerdote nos dice en ésta, una de sus cartas sobre la devoción a la Virgen de la Cabeza.

Gracias a las referencias de los cultos clérigos cristianos y a los detallosos historiadores como Salcedo Olid, los investigadores de los más variados campos: arqueólogos, antropólogos, etnólogos, historiadores de las religiones y folcloristas, en caso de haberse efectuado la desaparición física de estos primitivos vestigios megalíticos, podemos tener noticia de su existencia y pervivencia a través de los siglos, desde la más remota antigüedad.

La piedra balanzariega del Cerro del Cabezo desapareció, sin que a fecha de hoy podamos atribuir su pérdida a una causa definida. No sabemos si fue por cautela eclesiástica, o bien a causa de las progresivas pérdidas que, según nos cuenta Salcedo Olid, padecía el grosor original de su materia a consecuencia del pillaje de los devotos (cosa que tampoco podemos descartar), o tal vez desapareciera por efecto de algún cañonazo debido a las fuerzas republicanas que sitiaron el Santuario en la guerra civil del 36. Pese a su desaparición, todavía hay muchos romeros que se traen lajas de piedra de Sierra Morena, como un gratuito recordatorio de su paso por aquel privilegiado lugar entre la Tierra y el Cielo. Sin que muy posiblemente ellos lo sepan, están reproduciendo una conducta atávica que siempre que no dé motivos para desviarse de la doctrina ortodoxa de la Iglesia no tiene forzosamente que ser censurable, sino digna de mención por lo singular que es para el humanista: ¡De qué extrañas e inconscientes herencias somos herederos!

Merced a la referencia de Salcedo Olid, el investigador que quiera adentrarse en los más recónditos y arcaicos misterios del más genuino folclore de nuestro pueblo puede hacer uso de un dato precioso para sus especulaciones sobre la pervivencia de vestigios megalíticos en la provincia de Jaén. El estudio podría compendiar varias tradiciones marginales y supérstites que, como hemos podido comprobar a través de nuestro sucinto itinerario, cumple asociarlas a la cultura céltica (Galicia, Irlanda y Francia).

La celticidad de Andalucía es una antiquísima herencia que, por desgracia y por razones en que no vamos a detenernos en este artículo que toca a su fin, se suele soslayar y menospreciar, ninguneando a la ligera el sustrato céltico de nuestro pasado. Pero a la luz de la investigación más atenta constituye un legado de paralelismos innegables, sumamente interesantes para el curioso de las antigüedades celtas.

NOTAS:

(1) Álvaro Cunqueiro es, sin duda, uno de los mejores prosistas y poetas gallegos del siglo XX, nació en Mondoñedo (provincia de Lugo) el año 1911. Escribió en castellano y en su lengua materna; periodista, novelista, narrador, ensayista y amoroso investigador del folclore galaico, ha dejado una densa bibliografía que recorre todos sus mitos, tradiciones y costumbres. Sobre la "piedra abaladoira" nos habla en el artículo "La piedra que habla", aparecido el 3 de junio de 1962, en la serie "El envés" del "Faro de Vigo", y publicado en el libro "Los otros caminos", selección de César Antonio Molina, Tusquets Editores, Barcelona, 1988, pág. 215.

(2) Así nos lo cuenta el escritor Isidro-Juan Palacios, en su libro "Apariciones de la Virgen", Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1994.

(3) Otra vez es Álvaro Cunqueiro quien nos lo descubre en la conferencia "Tesoros y otras magias", pronunciada en Vigo, el 21 de abril de 1963, publicada en el libro "Tesoros y otras magias", edición a cargo de César Antonio Molina sobre diversos textos originales en lengua galella de Álvaro Cunqueiro, Tusquets Editores, Barcelona, 1996, pág. 101.

(4) "Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España", de Fernando Sánchez Dragó, es una obra de amplias miras que nos ofrece quizá por vez primera un sabroso elenco de todos los enigmas y rarezas de la Península Ibérica. La podemos encontrar publicada en Editorial Planeta, Barcelona, 1985.

 

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